1920
Semper fidelis
AQUILES NAZOA
Siempre fiel
2020
Si la inspiración ha de llegar, que me encuentre trabajando
Pablo Picasso
Fiel a la principal deidad de su Credo, me resulta relativamente fácil imaginar a Aquiles Nazoa frente a cualquier edición dominical de los dos principales diarios venezolanos de su tiempo, revisando cada resquicio noticioso en búsqueda de ese chispazo que, de manera infalible, echaría a andar su agudísimo sentido de humorismo crítico, su auténtica sensibilidad venezolanista, su aborrecimiento acérrimo de la banalidad, su ingenio con rebordes surrealistas…
Enumerar los talentos de este emblema cultural nacional resulta poco menos que imposible; una vida entera amoldándose a las más diversas situaciones lo había convertido en una especie de Bruce Lee (No seas el jarrón, sé el agua que habita en él y que puede amoldarse a cualquier otro envase) de las letras venezolanas.
En mi opinión, los dos talentos imprescindibles de El Ruiseñor de Catuche están ligados a su manera de enfrentar y concluir el hecho creativo, afirmación que podría resultar poco convincente para toda persona que da por hecho que Aquiles Nazoa era un genio poético consumado. Sin embargo, el caza-musas picassiano que habita en mi mente como recuerdo de Aquiles Nazoa tenía su razón de ser en la búsqueda implacable de las cosas más sencillas que estaban detrás de cualquier información noticiosa que estuviese al alcance de sus sentidos, independientemente de su trascendencia como hecho mediático, artístico, político o social.
A eso hay que añadir una actitud revisionista que no tiene parangón en las letras venezolanas. El Nazoa que iniciaba un proyecto de escritura representa el arquetipo del autor romántico, todo instinto, osadía y subjetividad, mientras que el Nazoa que daba por concluido (muchas veces años después y con varias versiones y ediciones de por medio) un proyecto parece más bien un autor fraguado en los moldes matemáticamente perfectos del Clasicismo, una especie de Haydn del verso, a quien perfectamente podríamos hacer personificar esa vieja sabiduría que reza: Ah, Haydn (Nazoa), demasiado sencillo para el alumno y, al mismo tiempo, demasiado complejo para el maestro.
La celebridad de algunas obras de Nazoa bien podría representar, y esto no es nada nuevo, un arma de doble filo. Nazoa se nos hace tan coloquial que cesa de maravillarnos, cesa de recalcar que un corpus literario, artístico e ideológico como el suyo es sólo calificable de titánico para un hombre que falleció a los pocos días de haber cumplido 56 años.
Como en Fundación Bigott se respira y renueva, todos los días, la tradición, no se me ocurre mejor manera de rubricar este pequeño homenaje que transcribirles este invalorable galerón de nuestro inmortal Transeúnte Sonreído:
Galerón con una negra
Aquiles Nazoa
Desde Guachara al Cajón
de Cazorla a Palo Santo,
no hay negra que baile tanto
como mi negra Asunción.
Cuando empieza el galerón
y entra mi negra en pelea,
todo el mundo la rodea
como hormiguero a huesito.
¡Porque hay que ver lo bonito
que esa negra joropea!
Que esa negra joropea
bien lo sabe el que la saca
que la compara a su hamaca
cuando hay calor, y ventea.
-¡Así es que se escobillea!-
le dice algún mocetón.
Y en su honor hace Asunción
una figura tan buena,
que como flor de cayena
se le esponja el camisón.
Se le esponja el camisón,
y el mozo que la ha floreado
salta: -¡Permiso, cuñado,
que es conmigo la cuestión!-
Luego se ajusta el calzón,
la engarza por la cintura
y con tanta donosura
se le mueve y la maneja,
que la negra lo festeja
con una nueva figura.
Con una nueva figura
en que ella se le encabrita
como gallina chiquita
cuando el gallo la procura.
-¡Venga a verla, don Ventura!-
grita alguno hacia el corral,
y desde allí el caporal
dice con cara risueña:
-Baila bien esa trigueña;
Yo la he visto en Guayabal.-
Yo la he visto en Guayabal
y también en San Fernando.
Yo vengo el Llano cruzando
de paso para El Yagual,
y aunque decirlo esté mal
por parecer pretensión,
desde Guachara al Cajón,
de Cazorla a Palo Santo,
¡No hay negra que baile tanto
como mi negra Asunción!
Mariano R. Pineda
Guasipati, Estado Bolívar