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Patrimonio cultural

Árbol de pan, de Malaysia al Caribe

El árbol de pan es un árbol de hermosa apariencia, de frutos grandes, color verde vivo o pardo, tonalidades que contrastan con la de sus grandes hojas de tono oscuro. La corteza del fruto es irregular u semeja la piel de un reptil.

De crecimiento rápido, puede alcanzar una altura hasta de 20 metros, contiene látex en su corteza que es utilizado como pega para muebles, con su fibra se pueden hacer cuerdas y su madera en blanda para trabajarla. Las frutas se forman por la unión de muchas flores que maduran juntas y están compuestas por la unión de los frutos verdaderos rodeados por tejidos de las flores que forman una masa o “pulpa”.

El fruto verdadero es lo que se conoce como señilla o castaña. Existen tipos que carecen completamente de ellas. La fruta es redondeada, de 10 a 30 centímetros de diámetro de color externo verde amarillo pálido o café. El tipo que posee semillas está cubierto de espina carnosas; en el tipo sin semillas la superficie es lisa, La pulpa es húmeda de color amarillento y sabor agradable.

Es un árbol tropical que se desarrolla y fructifica bien en alturas menores de los 700 metros sobre el nivel del mar. Tiene sus condiciones ideales en aquellas zonas donde pueda disponer de plena exposición solar y temperaturas cálidas. Los frutos pueden mantenerse en el árbol e ir siendo cosechados a medida que se requieran.

Es una importante fuente de alimentación en la Polinesia, donde ha sido cultivado por siglos. Goza de gran popularidad entre la población de escasos recursos, de allí que también se conozca como “pan del pobre”.

Los primeros viajeros europeos de que visitaron la Polinesia, a fines del siglo XVIII describieron en sus relatos de viaje este vistoso y prodigioso árbol de abundantes cosechas, el exquisito sabor de sus frutos cocidos y su importancia en la alimentación de los polinesios.

Por ser una excelente fuente de alimentación abundante y barata, pensaron en plantarlas en sus colonias del Caribe, donde había un ambiente similar al de sus lugares de origen, desde el punto de vista climatológico, de manera de que sirve para la alimentación de los esclavos que laboran en las plantaciones de caña de azúcar que los ingleses habían establecidos en dichas islas.

El gobierno inglés financió la primera expedición que zarpó en la nave Bounty, al mando del capitán William Blight para Tahití en 1787, para traer los materiales que les permitían propagar el árbol en las Indias Occidentales. En dicha expedición participó un botánico y personal técnico designado para empacar los hijuelos de los árboles.

El resultado de esta primera misión fue catastrófico y terminó en motín. Sus azares fueron narrados en un libro, El motín del Bouty, cuyos autores fueron Nordoff y Hall el cual sirvió de bases para un largometraje con el mismo nombre.

Una segunda expedición, en la nave Providence, pudo llevar a cabo esta tarea, Se estima que el árbol de pan llegó a las islas del Caribe en 1970 y, en un período corto, se difundió a otras localidades caribeñas, donde ya que halló en el nuevo medio condiciones semejantes a las existentes en su lugar de origen.

A Venezuela llegó pronto. A comienzo del siglo XIX Humboldt lo menciona en su obra Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente en diversas oportunidades. Más adelante, a lo largo de este siglo lo señala Codazzi, Appun y Ernst, quienes indican que, a pesar de su agradable sabor se consumía poco.

La “fruta de pan”, nombres por el que es popularmente conocida la fruta del árbol de pan es utilizada para preparar de muy diversas maneras platos dulces y salados. El fruto de los tipos sin semilla es el preferido y se usa como vegetal acompañante, asado o frito. Se preparan en dulces de coco y azúcar. Las “semilla” se consumen hervidas asadas y tostadas.

En la medicina popular, las hojas se han utilizado para el control de aftas en la boca y para infecciones en la piel. Además, las flores se emplean para aliviar el dolor de muela.

Fuente: Frutales menores de la tradición venezolana. Investigación de Cecilia Fuentes y Daria Hernández, publicado en 2005 por Fundación Bigott.