Los objetos precolombinos trabajados en piedra por los cazadores y recolectores antiguos son los antecedentes más remotos de actividad popular en Venezuela, los cuales datan aproximadamente 12.000 años a.C. A estos se suman, entre los años 400 a 2300 a.C., el hueso y los instrumentos de concha, y ya entre los años 900 y 650 a.C. encontramos las primeras muestras de alfarería, pintura rupestre y petroglifos.
También la cestería y el uso de madera fueron parte de la cultura material autóctona. Así mismo, los grupos indígenas de la época prehispánica dominaban diversas técnicas de tejeduría, así como el arte del tintóreo.
Imaginería
La evangelización impulsó la difusión de la iconografía cristiana y la demanda de imágenes sagradas, lo cual generó una producción autóctona de ellas, usando modelos europeos.
En la Venezuela colonial y republicana, en las regiones Central, Centro-Occidental y andina, se desarrollaron importantes centros de imaginería religiosa como los que funcionaron en El Tocuyo, Caracas y Mérida, los cuales irradiaron su influencia a otras zonas. Algunos maestros tuvieron una gran importancia regional, ellos son: Francisco de la Cruz, Juan Pedro López, Juan José Landaeta y José Lorenzo de Álvaro.
Sin embargo, en el siglo XIX, la masiva distribución en el mercado local de grabados y estampas religiosas, importadas de bajo costo, ocasionó el declive de la producción de estas pinturas tradicionales. Entre los rasgos de esta producción artística podemos destacar un uso de colores casi puros, líneas esquematizadas y una volumetría sencilla subordinando los elementos formales a la significación de la obra.
Estilos Propios
El arte del Nuevo Mundo fue más allá de la simple repetición de los cánones europeos y también desarrolló sus estilos propios. Da Antonio, ubica desde el último tercio del siglo XVII, el lenguaje que define como neo-flamenco, que difiere de las grandes corrientes de la época y que, si bien procede del arte popular, evidencia también un propósito con estilo.
Más tarde, Juan Lovera, establece una nueva vertiente de trabajo para el arte local que es la crónica de los acontecimientos de la vida social, signados por el quiebre del orden colonial, la lucha independentista y el establecimiento de vida republicana. Ese realismo se manifiesta en lo plástico en una concentración casi obsesiva por el detalle y configura, según Da Antonio, una concepción visual autónoma que llama arclásico. En este lenguaje se inscribe el arte llamado marginal que se prolonga hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX, considerándolo testimonio de la expresión cultural del continente.
A pesar de esto, el arclásico empieza a declinar en los medios artísticos académicos a mediados del siglo XIX, ante el renovado prestigio dado por la sociedad republicana a los modelos europeos.
En el siglo XIX también se aprecia el florecimiento de una gran riqueza y profusión de artes populares regionales, que, si bien se nutren de las referencias culturales generales y “oficiales”, se desarrollan con vigor y estilo específico y diferenciado.
Etapa contemporánea
En su época actual, el arte popular se reconoció públicamente en Venezuela a finales de los años cuarenta cuando se presentó por primera vez una exposición de arte popular latinoamericano organizada por Raúl Nass, en febrero de 1984. Un año después, en marzo de 1949, por iniciativa de un grupo de jóvenes pertenecientes al “Taller Libre de Arte”, se inauguraba la primera muestra de la obra de Feliciano Carvallo, y con ella, una nueva etapa en el arte nacional
A partir de ese momento, las obras de los artistas populares comenzaron a despertar gran interés, organizándose, a lo largo de las dos décadas siguientes, numerosísimas exposiciones a través de las cuales dieron a conocer a grandes artistas, como: Ciríaco Iriarte, Federico Sandoval, Víctor Millán, Bárbaro Rivas, Jesús María Arvelo, Salvador Valero, Esteban Mendoza, Gerardo Aguilera, Carmen Millán Cruz Armando Fagúndez, entre otros.
Desde entonces se han conformado importantes colecciones, escrito libros sobre el tema, desarrollado programas institucionales para promover el Arte Popular.
En definitiva, todo el proceso de mestizaje étnico y cultural ha producido una herencia estética y estilística de signo múltiple y plural de la cual se nutren nuestros artistas contemporáneos. Si bien los especialistas afirman que no puede hablarse de una relación de continuidad de las tradiciones artísticas en el país, sí se puede apreciar la influencia del medio natural y el legado cultural en la práctica de muchas actividades de vocación ancestral. Ese intento de los artistas del siglo XIX de reflejar el paisaje y la gente venezolana, esa interpretación visual del artista de su propia realidad, a través de la cual va dando respuesta propia a los problemas plásticos de composición y ejecución de la obra, se aprecia también en los artistas contemporáneos.
Texto extraído del libro Atlas de tradiciones venezolanas, editado por Fundación Bigott.