En el hecho religioso el significado que toma la palabra tiempo ya no está basado en un proceso lineal y continuo, sino, que posee intervalos que a lo largo del año van delineando el vivir de una comunidad. Ese tiempo histórico se manifiesta en la tradición venezolana y en el casco histórico de Petare, situado en el municipio Sucre del estado Miranda, durante su ciclo religioso anual, es decir, a lo largo de la Semana Santa, las fiestas el niño Jesús de Petare, el Corpus Christi, la Virgen de la Candelaria, el Cristo de la Salud de Petare, entre otros.
Es difícil ubicar con exactitud la fecha en que la imagen del Cristo de la Salud hace su entrada en los pueblos petareños, sin embargo, la primera referencia la encontramos en un inventario que realiza el Fray Manuel de Silva debido a la visita pastoral del señor Francisco del Rincón, obispo de Caracas y Venezuela. Por testimonios orales recogidos en el casco histórico de Petare se cree que la imagen llegó sin la cruz y que ésta fue tallada en madera de guayabos traídos de una hacienda situada en la Guairita, hoy el “Cementerio del Este”.
Cada último domingo de septiembre, es el momento en que los habitantes del casco histórico recorren junto al Cristo de la Salud de Petare algunas calles del poblado reconstruyendo el momento en que, por primera vez fue solicitada su ayuda para hacer frente a los estragos que la fiebre amarilla causó en los petareños. Aquí la palabra tiempo adquiere otro significado, el de tiempo histórico, pues las súplicas al Cristo por la salud de los enfermos se ubican en un periodo específico de la sociedad venezolana.
Durante buena parte del siglo pasado, la fiebre amarilla penetró en nuestro país y en Petare específicamente, se le conoció bajo la denominación de vómito negro, por ser este uno de los síntomas que acompañaba a este mal. Hacia 1868, después de haber enfrentado varios episodios de la terrible enfermedad, un nuevo y terrible brote afecta lentamente a la escasa población local. Diariamente salían hacia el cementerio de la candelaria, urnas, hamacas o carretas, llevando difuntos hacia su última morada. El pueblo católico acudió a su iglesia y a su fe, como último recurso para enfrentar una situación en la cual ni los hombres ni los pocos medicamentos podían hacer nada.
El padre Rosendo Orta, al frente de su feligresía decide sacar en procesión al Niño Jesús Patrono del Pueblo, pero considerado que la misión encomendada era de mucha responsabilidad, se consideró al niño muy pequeño para asumirla, por lo que, a instancia de Celestino Lira, maestro de capilla de Petare, se opta por sacar en la procesión al Cristo Crucificado, una imagen que data del siglo XVIII. Esta imagen representa al Cristo ya muerto.
Desde la plaza baja el grupo de aquellos que aún conservaban la salud y aquellos que apenas lograban mantenerse de pie. Al paso de la procesión, entre rezos los enfermos recuperaban lentamente el aliento y la salud. Tres días después se llevó a cabo una misa de acción de gracias a la que acudieron todos los vecinos que sobrevivieron los difíciles tiempos. Años después se realizaron tres nuevas rogativas en 1929 a raíz de la fuerte sequía que amenazaba los cultivos y sementeras del lugar, 1957 por la peste asiática y en 1967 en ocasión del terremoto del 29 de julio en Caracas. En todas estas situaciones las rogativas surtieron el efecto esperado. Desde entonces, a la imagen del Cristo Crucificado se le conoce y venera como el “Cristo de la Salud”, y su culto se ha mantenido a través de los años por más de un siglo, celebrándose cada 29 de septiembre los actos litúrgicos en su honor.
El Cristo de la Salud de Petare sale además anualmente en procesión el jueves de cada semana santa, se dice que cuando el Cristo sale no llueve. Esto quedó comprobado en 1948 cuando un ventarrón azotó a Petare, salió la procesión y cuando regresó a la iglesia dejó automáticamente de llover y aclaró.
Es tanta la fe de lo petareños que cuentan que un día al salir la procesión de la iglesia, estaba tan alto el Cristo que no pasaba por la puerta, alguien le dijo tú decides si sales o no, le rezaron, colocaron sahumerios y al ver hacia arriba ya había suficiente espacio para que saliera.
En el ciclo de la festividad del Cristo de la Salud es sagrado el templo, en su ámbito se inician y culminan las procesiones, y así mismo el perímetro que recorre la imagen en procesión, la plaza y las calles son alumbradas por los destellos de las velas de la luz que portan los promeseros, los creyentes y los compañeros.
En cuanto al ritual podemos establecer diferencias con respecto a las causas por las cuales se saca a la imagen en procesión, por un lado, está el momento de la rogativa, es decir cuando se le pide ayuda en contra de algún acontecimiento que afecta al poblado; y por otro, la celebración que se realiza cada último domingo de septiembre. Cuando el Cristo sale en rogativa, no lleva adornos, ni música, ni velas, es el momento del deber que invade a los creyentes. Por el contrario, su día de cada septiembre es de júbilo para los habitantes del casco, y los encargados de la imagen, quienes, junto al colectivo, celebran luego de ésta, el nuevo amanecer lleno de calma a los vecinos petareños.
Dentro de su amplio y complejo simbolismo entran dos factores: el de la crucifixión y el propio de la cruz. La crucifixión como hecho histórico y como renovación periódica, nos remite a la ambigüedad de la condición humana, en el arte medieval cristiano la imagen de la Cruz está enmarcada por pares duales, pues la vemos entre el sol y la luna, la Virgen y San Juan, lo bueno y lo malo, la tierra y el cielo, entre otras. Estas dualidades vienen a corroborar el mismo principio de la Cruz: dos maderos, uno horizontal, que representa el principio pasivo, el mundo de lo manifiesto; y otro vertical, que representa lo activo, la trascendencia y la evolución espiritual. En fin, la vida y la muerte.