La historia de nuestras vidas se ha detenido en un punto delimitado por el interior de nuestros hogares y el pedazo de calle que vemos desde las ventanas de la casa. Muchos nos prohibimos tan siquiera salir al pasillo, al patio, acercarnos al vecino para transmitirle un “hola, ¿cómo estás?” todas aquellas personas con las que hablábamos están bajo sospecha de ser portador del virus… todos nosotros lo estamos. Se llenó el ambiente de un temor potenciado por las advertencias, por los mensajes que nos alerta. Consecuencia, las cosas habituales que hacíamos de repente se postergaron, y el temor se hace más agudo mientras menos contacto humano tenemos.
Vacíos están los Cines, restaurantes, centros comerciales, prohibidas las reuniones festivas, aglomeraciones públicas, todo que no sea lo esencial. Puedes ir al supermercado, la farmacia o a un centro de atención médica pero, vas a encontrar una regulación que te detiene y te acomoda según previsiones en las que la distancia entre los cuerpos es la norma, puedes hablar pero “desde lejitos”, “usa… lávate…resguárdate…”, las recomendaciones de higiene son rigurosas: “lávate las manos durante 30 segundos, evita tocar cosas expuestas públicamente, usa desinféctante…” hay permanente riesgo de contagio, “no salgas a la calle sin un tapa poca”, ¿qué hacer entonces para mantenernos aislados socialmente y no caer en la depresión?. Han surgido muchas iniciativas, gente que desde el balcón de su casa canta, comparte música grabada a todo volumen con los vecinos, diálogos a gritos desde cada ventana… y hasta juegos.
En Colombia, Sahú Castrillón, activo músico y promotor cultural colombo-venezolano, escribe nostálgico estos versos en décima:
Esta vez la tradición
No tendrá mucha presencia
Y fue por la consecuencia
de una malhaya infección
que no tuvo la razón
de poner la fiesta fría
y quitaros la alegría
para celebrar la Cruz
le cantaremos a Jesús
en casa pues la Fulía
(Tomado de Tradiciones digitales)
En el mundo de las tradiciones festivas venezolanas el movimiento ha sido indetenible, las redes y el espacio virtual son la opción preferida. Mayo y junio en Venezuela, son meses de mucha actividad celebrativa, en Mayo: Cruz de Mayo, San Isidro Labrador, San Pascual Bailón, en Junio: El Tamunangue a San Antonio, los tambores a San Juan, la Parranda de San Pedro… no esperemos que los promotores y celebrantes se queden de brazos cruzados en tiempos de aislamiento.
Domingo Pérez, Director de Alma de Lara, Barquisimeto (Lara): “este domingo estaré con mi familia cantándole a la santísima Cruz, dios mediante. Si contamos con buena señal, transmitiremos vía Instagram”
Jonás Yanes, cantadora y promotora cultural (Caracas): “ pienso hacer lo propio el domingo… reunida con mi familia, en casa, para mantener la tradición a La Cruz. estaremos con tapa boca, guante, y guardando las distancias, grabaremos una fulía, de ahí compartiremos la experiencia por las redes”..
Juan Pérez, músico y director del grupo Tradiciones (Caracas), participa activamente desde su casa, enviando décimas e información sobre la tradición de mayo como la siguiente:
Desde el primero de Mayo
hasta el propio treinta y uno
después del desayuno
comienzo a hacer mis ensayos
con velocidad de un rayo
me conecto con las redes
y busco a alguno de ustedes
pa´empezar a decimar
porque aunque sea virtual
voy a mi velorio en mayo
(Tomado de Tradiciones en línea)
Sucede en estos momentos. La cultura, el arte popular y sus animadores, están experimentando un vértigo que los arroja inesperadamente por caminos distintos a los acostumbrados, la virtualidad es la nueva forma, ya no porque hagan fluir su arte y tradiciones por las redes, esto viene sucediendo desde hace varios años, sino porque por primera vez con el uso de la misma, han sustituido la convencional costumbre de reunirse cuerpo presente en un espacio común. La fuerza de lo inesperado les ha compelido a la representación virtual, es una presencia apoyada en lo electrónico básicamente. ¿qué pensarán de esto los defensores de la inamovilidad del folklore?
José Esteban Pérez Sira