La posición de la tierra con respecto al sol en el ciclo anual cuando recorre su órbita es la causa del cambio de las estaciones y de las variadas características de los climas en todo el planeta; determina las horas de luz solar que recibirá cada hemisferio durante todos los días del año.
Es evidente la importancia que ha tenido para los humanos desde los tiempos más remotos yen todas las culturas del mundo, esta sucesión de periódicos cambios estacionales. Las variaciones atmosféricas producidas por estas modificaciones de la posición de la tierra con relación al sol, son muy notorias en zonas templadas del planeta, aunque casi imperceptibles en los países situados en los trópicos, como es el caso de Venezuela.
No se sabe en qué momento, los humanos comenzaron a distinguir, por la cuidadosa observación del cielo, los astros y los cambios cíclicos que se producían en la tierra, los días de los solsticios y equinoccios, como puntos que marcaban diferentes etapas en el transcurso del año. Investigadores sobre el tema presumen que fue aproximadamente hace cuatro mil años, en Mesopotamia, cuando se reconocieron por primera vez estos días; otros estudiosos piensan que fue en épocas anteriores, cuando diferentes sociedades notaron la importancia de tales fechas, posiblemente en los tiempos del surgimiento de las culturas neolíticas en el mundo. Estas sociedades estuvieron particularmente atentas a la observación del clima y al cambio de las estaciones, por su relación con el ciclo de siembra, cosecha y recolección. Observaron que en primavera y verano los días eran más largos que las noches, y en otoño e invierno las noches más largas que los días. En su tiempo, como ya eran pueblos sedentarios, tuvieron la posibilidad de comenzar a analizar estos y otros cambios, para intentar predecir la llegada del frío y del calor, de las lluvias y las sequías, de los veranos y los inviernos, observando el comportamiento de los astros, así como de transmitir su aprendizaje a nuevas generaciones y a otros grupos humanos con los que se relacionaron.
Otras sociedades, muy separadas geográfica y culturalmente, lograron de forma independiente alcanzar estos conocimientos con observaciones propias. Es sabido que existen importantes y vetustas estructuras megalíticas en Europa y otras partes del mundo, orientadas hacia los solsticios y equinoccios, que han perdurado hasta hoy; entre muchas otras podemos citar a Newgrange en Irlanda, Stonehenge en Inglaterra y Chichón Itzá en México.
La tierra, en su tránsito anual alrededor del sol, recorre cuatro puntos que determinan los cambios estacionales: dos solsticios y dos equinoccios; nombres con los cuales se designan tanto estos lugares de la órbita terrestre, como los días en los que el planeta pasa por ellos. Los equinoccios son fechas en los que la duración en las horas del día y las de las noches son iguales en toda la tierra. Durante ellas el sol se halla sobre el ecuador, circunstancia que sucede anualmente en dos oportunidades: en marzo (20 al 21) en el inicio de la primavera (equinoccio de primavera) y en septiembre (22-23), cuando comienza el otoño (equinoccio de otoño).
La palabra solsticio es una voz latina compuesta de sol y sistere, que significa literalmente sol
detenido. En el de verano, el sol se eleva imperceptiblemente en el cielo en relación con el día anterior; el día del solsticio, entre el 21 y 22 de junio, determina el día más largo del año, cuando en el hemisferio norte el sol ilumina un mayor número de horas entre el amanecer y el ocaso. En el solsticio de invierno, que ocurre entre el 21 y 22 de diciembre, también en el hemisferio norte, el sol alcanza su altura más baja y determina el día más corto del año, es decir, ilumina en esa fecha el número más corto de horas entre el amanecer y el ocaso, y se considera este día el primero de la estación de invierno. Cuando comienza el verano en el hemisferio norte, simultáneamente se inicia el invierno en el hemisferio sur, debido a que cada hemisferio recibe más o menos directamente los rayos del sol, según su posición geográfica. Así mismo, cuando se inicia la primavera en el hemisferio norte, el mismo día se inicia el otoño en el hemisferio sur.
Texto extraído del libro de Fiestas Tradicionales, editado por Fundación Bigott en el año 2012.