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Patrimonio cultural

De mosaicos y de melancolías: la baldosa en el instante de su repetición

Llegado a Venezuela con los primeros desembarcos de la modernidad, el mosaico esboza el piso de una memoria arquitectónica ligada a nuestra historia reciente. En el obsesivo ritornelo de sus diseños se vislumbra la clave de las transformaciones ocurridas en los ámbitos público y privado de una sociedad que parece no poder desprenderse de su noble dibujo, aunque lo amenacen las múltiples formas del olvido.

Aún recuerdo lo delicioso que era llegar de la escuela, sentarse en el piso, quitarse los zapatos, y sentir bajo los pies el mosaico frío. Pienso en la maravilla de jugar al pisé sobre los cuadros ocre y marrón, y también al ajedrez en el tablero de mosaico blanco y negro de la habitación. Recuerdo haber practicado el equilibrio, un pie delante y otro detrás, sobre la hilera blanca que hacía marco al piso de la sala, procurando que los pies nunca se salieran de los cuadrados, aun cuando con el tiempo estos últimos se fuesen haciendo más pequeños.

Recuerdo el mosaico suelto, negro, con el centro jaspeado de blanco, que podría sacarse para esconder monedas, papeles secretos y otros tesoros.

En un gesto involuntario, a veces un vaso de limonada se derramaba y dejaba su rastro de manchas blanquecinas que deslucían por mucho tiempo el brillo del piso, tenazmente curado con kerosene. Muchos nobles recuerdos de la infancia están asociados a ese suelo que todavía hace un paraíso de la casa de mis padres, la que habla con su lengua multicolor, sus pisos incólumes, radiantes.

Existe, inscrita en eso que se ha dado en llamar postmodernismo, una reciente inclinación hacia el mosaico, alentado por este nuevo cruce de nostalgias propias de los finales de siglo. Lo cierto es que se están poniendo nuevamente de moda para decorar las casas de habitación y comerciales; y como ya se han reciclado todos los que había en las casas viejas, ahora reemplazadas por edificios belfort, parece que su fabricación ha experimentado un cierto repunte en la industria de la construcción, aun cuando estamos hablando de un proceso de producción en pequeña escala.

Aplicado a la plástica, el término mosaico se refiere a la obra taraceada de piedras o vidrios generalmente de varios colores, conocida desde la antigüedad. Es posible que esta palabra derive del griego mouseion, que significa propio de las musas. Cuando se habla de baldosas de mosaico, generalmente se alude a una pieza de aproximadamente 25 x 25 cm, pero también a unas muy pequeñas, de forma cuadrada o hexagonal, de color plano, con la cual se trama un dibujo; y a la composición que se obtiene con éstas se le llama también mosaico.

Algunas casas y pequeños edificios de Caracas que datan de los años 30 y 40 conservan muestras de estas obras. En nuestro caso, cuando se hable de mosaico, nos referiremos a esas baldosas que pueden ser de 25 x 25, 22 x 22 cm, e incluso hexagonales, que son utilizadas como elementos arquitectónicos y decorativos, y cuyo origen se explica con la aparición del cemento en la arquitectura moderna.

En su principio de composición caleidoscópico, cada pieza es apenas una minúscula fracción del todo: es ese todo el que da sentido a cada una de ellas y ellas, cada una, son el principio del todo; así como en el Tao. Si tan sólo una pieza fuese alterada en su diseño, o insertada de modo equivocado, el mosaico, cuya base de configuración es la repetición, no obtendría el resultado esperado. Aunque sus diseños no son exactamente figuras fractales, su principio repetitivo lo asemeja a este concepto de las estructuras que ha modificado la visión del mundo en los últimos años.

Texto extraído de la revista Bigott #39, editada por Fundación Bigott en el año 1996.