Han transcurrido unos 2000 años desde aquella primera vez, en tiempos del Paleolítico Superior, en que un cazador se cubrió el rostro con intención mimética al introducirse dentro de una piel de animal, para así engañar y sorprender a la presa. Gesto, que seguramente fue repetido, también en aquellos días por algún hechicero que en medio de danzas rituales con fines mágicos pretendía propiciar la caería.
Diez mil años más tarde, con la aparición del hombre sedentario, ocupado de la siembra, surgen nuevamente los enmascarados en ritos propiciadores de la lluvia y de las cosechas abundantes. En este caso el hombre agricultor asocia los extraños ciclos de fertilidad y sequía observados en la tierra, con esos otros propios de la mujer donde la fertilidad era influida por la acción de la cópula. Por eso aquellos primeros rituales de las recién creadas comunidades agrarias no solo se caracterizaron por las danzas mágicas de los hechiceros, cubiertos de yerbas, lianas y flores sino, igualmente, por conjuros propiciadores de fecundidad en los que efectuaban cópulas con un sentido religiosa. Ritos sensuales y, a la vez, espirituales o advocatorios, que sirvieron de referencia e inspiración a las religiones orgiásticas que van a aparecer en la Antigüedad, en Asia Menor, y que penetrarían posteriormente en Europa para influir, de manera determinante, sobre los romanos. La Saturnalia, La Fiesta de la Alegría, Las Bacanales y Las Lupercales eran las más conocidas de aquellas celebraciones. Todas ellas juntas conformaban un gran ciclo, que partía de mediados de diciembre y se prolongaba hasta finales de marzo, y estaba caracterizado por ambientes de desórdenes, embriagueces y festines, reyes de mentira, máscaras y disfraces, que más tarde, durante la Edad Media, abrirán paso al Carnaval. Así aparece la máscara burlesca, también la que permitiría representar personalidades y sexos opuestos, como parte de un juego de inversión de roles, y la máscara grotesca que llenaría de temor a niños y adultos.
El Cristianismo, por otra parte, que por siglos mantuvo una implacable lucha contra los rituales paganos que adoraban al sol y a divinidades como Mitra, aceptaría la presencia de enmascarados en fiestas religiosas de gran majestuosidad, con la sola intención de cubrir con el esplendor crístico aquellas malignas representaciones. Poe eso, en España, durante la celebración de Corpus Christi, además de los Autos Sacramentales, que eran representados en el recorrido por las calles, también se destacaba la presencia de gigantes y cabezudos, figuras de casi dos metros que aludían a personajes romanos de aquellos tiempos, que eran opuestos al cristianismo. Igualmente se hallaban las figuras de enanos, águilas, serpientes, dragones, tarascas y la representación del demonio, como simbolismo de la lucha de contrarios, en la que Lucifer debía humillarse ante la presencia del Santísimo Sacramento. Si intentáramos organizar las expresiones de la cultura popular venezolana en función del significado de sus máscaras, partiendo de aquellas de uso estrictamente ritual hasta las simplemente diversionales, tendríamos que comenzar por la fiesta de los Warime entre los Piaroas-grupo selvático ubicado en las márgenes del río Orinoco- cada tres años, y para celebrar una gran cosecha, festejan el Warime en el que participan hombres portando trajes y máscaras ceremoniales. Durante esta celebración se emplean instrumentos musicales, objetos sagrados y se entonan canciones que relatan la obra del Creador Rua-Wahari, cuando ayudó a hacer el mundo para los Wothuha el espacio mítico es un mundo continuo donde los dioses, animales terrestres, peces y animales acuáticos, así como las plantas están ligadas por relaciones de parentesco y afinidad. Las máscaras que llevan los bailadores durante la fiesta cubren sus cabezas mientras dos capas de hojas de palma, cubren el resto de su cuerpo. La fiesta se inicia con el baile en el que participan los hombres y las mujeres agarrados por los hombros siguiendo el sonido de las conchas denominadas reré, luego sigue el baile warime que solo puede ser bailado por hombres, en el que los enmascarados recuerdan sucesos sagrados y en el momento más importante de la fiesta suenan los instrumentos musicales que van a recordar las voces de los primeros creadores.
Texto extraído del folleto de Máscaras elaborado por Fundación Bigott.