Dentro de las fiestas tradicionales populares de Venezuela, la de los diablos danzantes es una de las que más destaca, por el trópico candente del colorido de los trajes, hermosas máscaras artesanales, coreografía que raya en lo delirante con toques de medievalidad aquí y allá, y alguna crucecita de palma bendita cocida al trajeo puesta en alguna parte de sí mismo, y un rosario que se cuelga al cuello y el hecho contradictorio de que el Diablo baila ante Dios, como si un día que nadie sabe cuándo, en un lugar que nadie sabe dónde, se hubiesen puesto de acuerdo para conciliar por un momento ancestrales diferencias…
En junio de 2000 Lil Rodríguez se preguntaba: ¿Por qué hay Diablos en las fiestas de Dios? Y no es para menos, ni ociosa la pregunta, porque, en efecto cómo se explica que una legión de Diablos mantenida en orden por el perrero y comandada por capitanes, capitancito, capataz y una sayona que por un momento se deshace de su historial y tradición siniestra para ahuyentar al Diablo de verdad…, se ponga frente al cuerpo de Cristo, le bailen, y le rindan pleitesía, como si nada hubiese pasado en el Edén creado hace ya tanto bíblico tiempo… Pero la explicación no anda por rumbos doctrinarios, ni filosóficos, ni cismáticos, ni nada parecido… Anda por otros lados, por los de la espontaneidad popular de quienes participaban en algunas fiestas de Europa…
Allí, un escenario propicio para esta participación se encontró en esta festividad de Corpus Christi, que dio más fuerza, si se quiere, a la reunión de agrupaciones de artesanos, bailarines, trovadores, equilibristas… para mostrar sus trabajos y habilidades, todos profanos, ciertamente, en las procesiones del cuerpo de Cristo y en otros públicos de fidelidad, adoración, gratitud, amor a Jesucristo. Es decir, todo un entorno en el que no habría ni el más mínimo espacio para el diablo…y, sin embargo…
La exaltación solemne del Corpus Christi como representación para ser venerada se remonta al siglo XIII y a su institucionalización contribuyeron algunos eventos de carácter extraordinario; entiéndase, milagros… Los más conocidos son las llamadas visiones de Santa Juliana de Mont-Cornillon y el milagro eucarístico de Bolsena, en Orvieto.
En los inicios de la versión popular de esta fiesta en Venezuela, hubo lo que también había en los festejos de Corpus europeos… Cabezudos, gigantes, tarascas, águilas, dragones… además de expresiones plásticas para satirizar gobernantes y otras autoridades… En Europa, durante los primeros tiempos de la fiesta, solía satirizarse a quienes se oponían a la iglesia católica y al mismo cristianismo…, punto este que bien podría explicar por qué la Iglesia aceptó este tipo de expresiones públicas donde se muestra al diablo y afines…
Para 1673, a propósito del recibimiento de un gobernador, un grupo de diablos bailó en la Plaza Mayor de Caracas. Estos Diablos, para José Antonio Calcaño, son los mismos que bailaban en Corpus… Para 1780, alguna autoridades civiles y eclesiásticas no estaban de acuerdo con la presencia de los diablitos y la figura de un dragón en la fiesta del Corpus en Caracas, por considerarlos irreverentes. Esto, unido al elevado costo de las figuras y otros gastos, explicaría en parte su tendencia a la desaparición, por lo menos en Caracas, hacia la segunda mitad del siglo XVIII. Además, en 1781, la casa donde se guardaban las figuras de cartón se inunda -¡qué casualidad!, podría pensarse- y, la tradición de los diablitos es sustituida por un conjunto de tambores y otros instrumentos.
Es posible pensar, sin embargo, que un semillero de especial importancia para la participación de negros esclavos, mulatos y otros lo hayan constituido las haciendas, particularmente desde 1789, aupado esto por lo que se establecía en el Código Negro- 31 de mayo de ese año-: En los días de fiesta y de precepto, los propietarios no podían obligar a los esclavos a trabajar, después que estos hayan escuchado la misa y las explicaciones de la doctrina cristiana. Igualmente, los propietarios a los patronos deberán tratar que los esclavos de sus haciendas se reúnan por sexo y hagan fiestas de manera simple y con la presencia del patrón, pero este último deberá prohibir los excesos en la bebida y la diversión deberá acabarse antes del llamado a la plegaria.
Texto extraído del libro El Diablo en Venezuela, editado por Fundación Bigott.