En la década del 1860, Venezuela es sacudida por un tiempo de cambios políticos y sociales, pero también es un tiempo de padecimientos, no sólo por las calamidades propias de las guerras civiles, sino también por la aparición de enfermedades que asolaron al pueblo. Los vecinos petareños sufrieron los espantos de la fiebre amarilla. El último domingo de septiembre del año 1868 se decidió sacar al Cristo que se encontraba en la capilla del Casco Histórico, con la esperanza de ahuyentar el fantasma de la enfermedad que día tras día cobraba nuevas víctimas, por lo que la imagen fue re-nombrada como el Cristo de la Salud de Petare.
La imagen del Cristo de la Salud de Petare es la misma de la Semana Santa, siendo el Cristo crucificado. Sin embargo, esta celebración es eminentemente de participación de los habitantes del pueblo, mientras que en la del Cristo de Semana Santa participan personas de diferentes lugares de Caracas.
A quien denominan afectuosamente el Viejo, cobra vida cada septiembre, traspasa su coraza de madera y la mezcla química que le da brillo y color. Esta imagen para los petareños, va más allá de su representación física, se instala en la historia, en la memoria y en el sentir de los habitantes del pueblo, posicionándose ante cada niño y cada hombre.
El último domingo de este mes, el recuerdo cobija a los habitantes del Casco Histórico, cuando el Cristo de la Salud recorre algunas calles del poblado reconstruyendo el momento en que, por vez primera, fue solicitada su ayuda para hacer frente a los estragos que la fiebre amarilla, el temible vómito negro causaba a los petareños.
Por testimonios orales sabemos que el Cristo de la Salud fue sacado en rogativa en otras dos ocasiones, durante una fuerte sequía con fecha desconocida y luego del terremoto de julio de 1967. Las siguientes palabras, fueron pronunciadas por algunos habitantes de la zona, quienes se encargaban del mantenimiento de la imagen con respecto a su historia:
“…la peste iba avanzando en el pueblo, venía de los campos, había muchos muertos con el vómito, empezaron a enterrar los muertos en bóvedas comunes. Entonces decidieron sacar al Cristo en rogativa y desapareció la peste, desde ese momento se empezó a celebrar la fiesta del Cristo”.
“El último domingo de septiembre, el Cristo de la Salud recorre algunas calles del poblado reconstruyendo el momento en que, por vez primera, fue solicitada su ayuda para hacer frente a los estragos que la fiebre amarilla y el temible vómito negro causaba a los petareños”.
“…Aquí hay mucha fe en ese santo, todavía se le hace la fiesta, aunque no como antes, para cumplir con la promesa”.
En cuanto al ritual, podemos establecer diferencias con respecto a las causas por las cuales se saca a la imagen en procesión: por un lado, está el momento de la rogativa, es decir, cuando se le pide ayuda en contra de algún acontecimiento nefasto que atribuye al poblado; y por otro, la celebración que se le realiza cada último domingo de septiembre.
Cuando el Cristo sale en rogativa no lleva adornos, ni flores, ni música, ni velas, es el momento del luto, del dolor que invade a los creyentes. Por el contrario, su salida cada septiembre es motivo de júbilo para los habitantes del Casco y los encargados de la imagen se esmeran en su adorno, pues si bien la celebración recuerda la enfermedad y también trae a la memoria del colectivo que después de la rogativa, la peste y la sequía cesaron y el nuevo amanecer llenó de calma a los vecinos petareños.