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Expresiones populares

El insulto en Venezuela

Edificado por palabras cruentas e hirientes, el insulto asienta la reflexión en un terreno que es, primero lingüístico y que por serlo termina haciéndose, irremediablemente, social y cultural. Materia de cosas y personas, el insulto se hace demostración para retratar individuos y sociedades. Además de agredir, se hace portavoz de los síntomas malestares personales o culturales.

Por lo general, el insulto carece de capacidad referencial, es decir, aquel rasgo que poseen las palabras como signos lingüísticos para nombrar las realidades. Dicho de otra forma, no existe relación ecuacional o directa de verdad entre el insulto, como sujeto del lenguaje, y la realidad, como objeto sobre el que recae la carga despreciativa. El insulto más que movido por una fuerza calificadora, está movido por una energía descalificadora de incontenibles capacidades destructivas y de insospechadas consecuencias morales.

Desde la perspectiva de la forma, el insulto es susceptible a desplegarse en, al menos, 14 categorías, de las cuales resaltaremos 6 en este texto: voces o expresiones groseras, cultismos, eufemismos, diminutivos, gentilicios, formulas de tratamiento. Desde la perspectiva de los contenidos, a su vez, el insulto ofrece tantas posibilidades clasificatorias como temáticas o conceptos sea capaz de conducir semánticamente. En este sentido, los campos más frecuentes vendrían a ser los de los insultos que tematizan lo físico, lo psicológico, lo social, lo impúdico, lo etnocéntrico, lo político, lo humorístico y lo literario.

insultos

La grosería como insulto

En los espacios de insulto la grosería ocupa un lugar de subrayada importancia. Tanto palabras hirientes como expresiones de soez resonancia conceptual vienen a juntarse para construir un renglón insultante muy activo. A diferencia de otras entidades insultantes, la grosería presenta una constitución funcional constante de imposible equívoco. Excepcionalmente, la grosería puede adquirir instancia de muletilla y de formula de tratamiento en abierta violación del principio anterior. Por lo general, la grosería mantiene su intención denigratoria junto a su forma léxica de unidad malsonante y de uso restringido.

El insulto como cultismo

La propia antigüedad del insulto como forma poderosa de la expresión lingüística permite entender los usos vivos de formas cultas de expresar desagrado hacia algo o calificación despectiva hacia alguien. En esta parcela, el insulto venezolano participa de la riqueza del léxico insultante general del español. Algunas muestras en este sentido podrían construir aportes significativos de comunicación y trasvase naturales en toda la galaxia de la lengua española: adefesio, beodo, crápula, déspota, escoria, estulto, eunuco, fariseo, hazmerreír, imberbe, lacayo, meretriz, pedófilo, pelele, ramera, prostituta, rémora, tarambana, truhán, vándalo, zascandil y zopenco, entre otros.

El insulto como eufemismo

La necesidad de la lengua por matizar el campo de acción significativa de lo repulsivo y denigrante recorre el terreno de las voces insultantes. El eufemismo nace para satisfacer esa necesidad y, además, para intentar suavizar o embellecer un tanto las realidades más escabrosas que la lengua impone designar. En caso de algunos insultos en función eufemística resulta, entonces, sustantivo de la condición estética de la lengua: toda implicación cacofemística seré equilibrada con respectiva eufemística. Por ejemplo, la lengua ha creado un cultismo de rasgo eufemístico: coprófago, para limitar el radio de significación de una expresión tan dura como come mierda.

El diminutivo como insulto

Las formas diminutivas también entran en juego a la hora de adquirir matices despectivos e insultantes. Serían intentos por disminuir la condición honorable potenciada en la semántica de ciertas palabras que pasan a transformarse en unidades hirientes. Casos representativos serían: hombrecito, mujercita, así como tipito y tipita. En el habla de Venezuela, el sufijo o terminación de diminutivo, contrario a restar peso a la significación de la palabra que le sirve de raíz, produce un refuerzo enorme de los rasgos semánticos.

El gentilicio como insulto

Las voces para referir el lugar de origen de una persona también han sido tocadas por los valores del insulto. Usos creados para denigrar a alguien en relación con su lugar de nacimiento o de crianza, los más notorios en Venezuela serían: gocho y maracucho. La voz gocho asienta su carga insultante al vincularse como la persona de escasa interlengua y torpe en sus actuaciones. Por su parte, la voz maracucho posee una carga peyorativa hacia lo0s naturales de Maracaibo, marca una actitud denigratoria desde Caracas y la región central, que se representa como ajena, bulliciosa, discordante y de mal gusto.

El insulto como tratamiento

Por curioso que parezca, el insulto puede ser usado en el habla de Venezuela como un modo de tratar a una persona con quien se guarda una relación de amistad, cariño y respeto. Hoy día son muy notables algunos casos tomados del lenguaje juvenil. Formula de tratamiento y no agresión verbal referencializada: marico, guevón, pajúo. Los casos en que se particulariza este tipo de tratamientos resultan de notable interés en cuanto a la vitalidad del español venezolano y su viabilidad y permeabilidad en escenarios y registros del habla.

Texto extraído del libro El insulto en Venezuela, editado por Fundación Bigott