San Antonio/Tamunangue han sido temas objeto de críticas, propuestas y puesta en escena por muchos años, reflejadas en testimonio escrito, registro sonoro y audiovisual, incluso en el mundo de la plástica con pinturas, tallas y monumentos. En esa dirección, la Enciclopedia larense, escrita por Rafael Domingo Silva Uzcátegui en 1941, dedica varios párrafos a describir algunos aspectos, de allí hemos seleccionado las siguientes afirmaciones con las cuales haremos una breve exposición:
- ”(…) no lo tiene nuestro pueblo como objeto de ‘regocijo popular’: para él es una ceremonia religiosa”.
Es decir: El tamunangue, antes que una celebración recreativa y de júbilo, es ritual sagrado: rezos, pagos de promesa, elementos derivados de las creencias católicas que son su naturaleza principal. Para el autor estas características deben ser consideradas prioritarias ante cualquier otro sentido que quiera asignársele: “no lo tiene nuestro pueblo como ‘regocijo popular’(…)”.
- ”(…) una cosa es bailar y otra la interpretación de una danza”.
Acá la separación del elemento tradición de su relación con el mundo de la escena, ya para entonces creando conflicto la una y otra manera de entender la festividad.
En otro aparte, Silva Uzcátegui, también habla de la actitud de las bailadoras, tanto promeseras como las que van al espectáculo. La primera se mostraba callada, en actitud de recogimiento, bajaba la cabeza, la vista puesta en el suelo. La otra con la mirada alzada y sonreída, más en una especie de ¿desafío? Cada una enmarcada en su particular contexto.
La actitud de la primera corresponde con lo propuesto en el concepto: “Ceremonia religiosa”, el mismo que utilizó para señalar el sentido sagrado de la manifestación y diferenciarla de otros: No es “regocijo”, tampoco “interpretación”.
¿Cuales son los significados del Tamunangue en la actualidad? ¿Cuales los temas frecuentemente discutidos entre los tamunangueros? Dejamos estas interrogantes como una invitación a ir más allá del conocimiento general de la tradición. Creemos pertinente, sin embargo, señalar algunos detalles que se observan en los actuales tiempos, entre los bailadores (sea o no promeseros), lo más común es:
- La mirada alzada, la sonrisa, el coqueteo que corresponde al contexto escénico ( “interpretación”), más que un acto de devoción. Se dice de esto que es la actitud de la mujer ante las nuevas realidades y el rol que le ha tocado jugar en su entorno social.
- El “traje tamunanguero”, no mencionado por el autor, su imposición y popularidad es reciente, cuando por influencia de los festivales y medios de comunicación, se conforman los grupos tamunangueros y asumen esta costumbre para dar más luces, vistosidad, al espectáculo, a la par que se dedican a atender demandas vinculadas al pago de promesas.
- La coreografía ensayada, práctica exclusiva de estos grupos organizados, con la cual han surgido nuevos pasos, figuras enérgicas, complejas. Aunque de atractivo indiscutible, excluyentes para quien no reuna las condiciones.
- Los aspectos místicos, aunque siguen existiendo, han ido cediendo gradualmente y tal vez se puedan atisbar reminiscencias de lo que fue en el pasado: persignarse ante el santo a veces puede parecer sólo una opción, la actitud, expresiones de respeto ante la imagen pueden llegar a competir con el interés por los aplausos, se acostumbra hacer tamunangues por pago de promesa pero también por razones más festivas que espirituales, un promesero actúa en el patio de su casa tal como lo haría sobre las tablas de un escenario. (Presenciamos, en nuestra infancia, un tamunangue en el que no estaba permitido a los niños jugar o simplemente correr delante del santo, el altar era un sitio sagrado y de mucho respeto. Debemos aclarar que esto sucede con más énfasis en los lugares donde la presencia de visitantes (turistas e investigadores) es más influyente.
Estas actitudes no deben juzgarse como inapropiadas en tanto no afecten algo que es verdaderamente importante: La participación libre y espontánea de la gente de la comunidad,hecho que da respaldo y garantía a la naturaleza popular de la tradición. Pero, habrá que ver lo que piensa un vecino o alguien ajeno al grupo, un anciano acostumbrado a las viejas formas, un visitante… Una vez que observan todos estas exigencias, lo más probable es que, si no se adaptan, desistan por no poder cumplir con las nuevas condiciones. La uniformidad en el traje o la coreografía pueden ser señales simbólicas y silentes de exclusión.
Aun cuando las características señaladas por el Sr Rafael R.D. Silva Uzcátegui hayan cambiado, es bueno tener presente que, de fondo, existe una intención por parte de los practicantes de que siga siendo la celebración un acto esencialmente religioso, por lo menos lo que muchos afirman explícitamente. Existe incluso quienes se autodefinen como defensores de lo que es más tradicional, sin embargo, su práctica los desdice. Y esto no es un cuestionamiento. Solo señalamos que hay que tomar en cuenta que el comportamiento cultural está sujeto a los cambios sociales, la influencia del medio es inevitable. Para las nuevas generaciones el “traje tamunanguero” puede parecer algo que ha existido toda la vida, y no es así, antes no lo había, su historia comienza en 1948 con la Fiesta de la Tradición, organizada en El Nuevo Circo, un espectáculo. Es decir, todo cambia. Por otro lado, los devotos que hacen y pagan promesa, los que ven en el santo un auxilio a sus penas y esperanzas, siguen existiendo. No todo lo que se transforma cambia de raíz, están los herederos de ese momento cuando R.D. Silva Uzcátegui presenció la fiesta.
Por último, es absolutamente comprensible y necesario, que en una demostración del tamunangue sobre un escenario colmado de turistas o público ávido de entretenimiento, la vestimenta y la rigurosidad de elementos coreográficos y escénicos sean la condición. Es cosa de separar elementos para cada contexto. Y esto comienza por estar consciente del significado y la intención que rodea a cada uno.
José Esteban Pérez Sira
Bibliografía:
- Enciclopedia Larense: Silva Uzcátegui, Rafael Domingo. Ediciones de la Presidencia de la República (1981)
- Rafael Domingo Silva Uzcátegui. Luis Eduardo Cortés Riera (Cronista de Carora)
- Fiestas de Verano Parte I
- Tamunangue de Curarigua