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Artistas

En torno a Salvador Valero: Una crónica colgada en la pared

Ha sido muy desigual la fortuna crítica del pintor Salvador Valero (1903-1976) durante el tiempo que ha pasado desde su muerte ocurrida en 1976 hasta hoy. Críticos hay que lo exaltan hasta un extremo mítico, y quienes lo niegan, incluso hasta descalificar su prestigio como uno de los fundadores de la corriente naif en nuestra pintura. En el estado Trujillo, su región natal, existe un museo que lleva su nombre. Una bienal de arte popular ha sido instituida allí para rendirle homenaje permanente (lo que no deja de ser paradójico respecto a un artista que en vida estuvo tan apartado de concursos, competencias y que no ganó premios). Para muchos, Valero representa por excelencia al genio creador de la población andina de Venezuela, en un rango parecido al que conquistaron Bárbaro Rivas en la zona metropolitana y Emerio Darío Lunar en el estado Zulia. Sólo que Valero es difícilmente parangonable debido a las características tan individuales y, a la vez, controversiales de su polifacética obra.

En este ensayo, nos limitaremos a examinar su pintura, dejando a otros el estudio de sus trabajos como fotógrafo y cronista literario, tan meritorios y, por otra parte, tan complementarios de su actividad pictórica, actividad desde luego sobresaliente si sólo consideráramos una obra que sorprende por su abundancia y diversidad temática.

Por supuesto que la obra de los artistas plásticos, comparada con la de los escritores, tiene una desventaja en el hecho de que la dispersión de sus testimonios, ya en vida misma del artista, hace más difícil la tarea de formarse un juicio sobre ella. Las retrospectivas son el expediente al que acudimos, pero éstas no suelen ser suficientemente exhaustivas ni selectivas. Así ha pasado con Valero. Ninguna institución conserva de él un número importante de obras y las dos o tres exposiciones que se le hicieron después de muerto resultaron irrelevantes en número de piezas. Gran parte de su trabajo pictórico permanece, por tanto, oculto a la mirada de los museógrafos. ¿Se podrá verla reunida algún día en cantidad apreciable? Esta es una pregunta sin cuya respuesta adecuada no es posible comprender la obra de ningún artista.

Imágenes en un cajón

Salvador Valero Corredor nació en Los Colorados, caserío próximo a Escuque, estado Trujillo, en 1903. El lugar había sido escenario de una escaramuza en donde tropas de Bolívar pusieron en fuga a un rezagado batallón del ejército español. El hecho fue recordado por Valero en una de sus características incursiones en el género de pintura histórica: un cuadro con este motivo bélico que se conserva en la Institución Escuqueña, en Escuque. Fue por azar que Valero se hizo pintor, apartándose así de la vocación campesina de sus antecesores. Desde pequeño debió valerse por sí mismo para ganarse la vida.

En Escuque pasó por toda suerte de oficios, y no había concluido la primaria, cuando la suerte le deparó trabajar como empleado en un modesto taller tipográfico en donde se familiarizó con la escritura y despertó su gusto de la lectura; poco después, o quizás antes, comenzó como ayudante y alumno de un maestro de obras de nombre Juan María Cuevas, quien dedicaba buena parte de su tiempo a la pintura de murales de tema religioso. Como asistente de Cuevas, Valero trabajó en la decoración de la Iglesia de Escuque.

Pasados los veinte años se estableció en Valera donde, para sobrevivir a sus necesidades, aprendió el arte fotográfico. Armado de una Kodak de cajón, se hizo retratista de la gente humilde y con este fin se dedicó a recorrer aldeas y vecindarios. Valero fue de los primeros fotógrafos de la zona que dispusieron en forma muy rudimentaria, en su caso, de un laboratorio para procesar sus negativos.

A la par descubrió el arte de la restauración de imágenes religiosas en madera y en yeso y, dedicando a esta actividad parte de su tiempo, llegó a adquirir no sólo destrezas de artesano y pintor, sino también gran conocimiento del ritual eclesiástico. En buena medida la obra de Valero es de inspiración religiosa.

Texto extraído de la Revista Bigott #25, editada por Fundación Bigott en el año 1993.