Una de las formas desarrolladas por los pueblos amazónicos para imponerse sobre su medio fue la obtención de vituallas como el casabe y el mañoco, de fácil conservación y transporte. Esta admirable muestra de adaptación a un medio natural fue posible por la graciosa intervención de las cestas, urdidas por los varones ye’kuanas en gesto de pericia tecnológica y refinado sentido estético.
Para el ye’kuana la yuca es el elemento más importante en su relación telúrica con el ambiente, es el origen de todas las plantas, el alimento sagrado que el hombre tomó de los dioses en tiempos primigenios; tal como lo indica el fragmento del mito utilizado como paráfrasis. Esta profunda significación simbólica se debe quizás a que la domesticación y aprovechamiento de algunas especies vegetales resistentes a las innumerables plagas del medio amazónico implicó, para muchas de las antiguas poblaciones de la selva tropical, la posibilidad de librarse de las dificultades que conllevaba una subsistencia basada exclusivamente en los productos provenientes de la recolección, la caza y la pesca, en un medio donde los recursos, aparentemente abundantes, se encuentran dispersos y en ocasiones muy limitados. Pero realmente uno de los mayores logros del hombre amazónico fue la obtención de alimentos, tales como el casabe y el mañoco, de fácil conservación, almacenaje y transporte, lo cual significó la provisión constante y segura de alimento.
Este logro sólo fue posible gracias a la utilización de las cestas como parte de un complejo tecnológico, desarrollado a partir de los recursos existentes en el medio, lo cual le permitió, y le permite aún hoy en día, aprovechar los venenosos tubérculos de yuca amarga para el consumo humano.
Es así como entre los ye’kuanas cierto tipo de cestas son consideradas como un tributo sagrado a todo aquello que hace posible su alimento. Por eso entre ellos sólo aquél que es diestro hacedor de cestas, sabio conocedor de Watunna (su historia sagrada), apreciado y respetado por todos, gracias a su buen juicio y saber, es reconocido como jefe. De la misma manera, todo joven para poder conseguir esposa debe saber manejar las diferentes técnicas de tejido que le permitirán elaborar las cestas que ella utilizará en la elaboración de sus principales alimentos.
El canto sagrado que entonan los sabios para garantizar el crecimiento y productividad de la yuca rememora el tiempo primigenio de cuando los ye’kuanas obtuvieron la yuca, su primera siembra y la primera fiesta ofrendada al conuco nuevo. En él las figuras de Wanaadi, Kushi y Semenia, creadores y héroes culturales, cobran vida de nuevo revelando el profundo carácter sagrado de la relación del ye’kuana con su entorno natural.
Ye’kuana es una voz caribe que podría traducirse como la gente del tronco en el agua o gente de curiara. Los ye’kuanas son conocidos como excelentes navegantes y constructores de curiaras, embarcaciones monóxilas, elaboradas a partir del tronco de un árbol, lo que explica claramente su denominación. También se les conoce como makiritare, palabra de origen arawak, con la que los nombran sus vecinos los makushí y pemón, que expresa el mismo significado. Pero los ye’kuanas prefieren llamarse a si mismos so’to que significa gente o persona y también veinte, por lo de los veinte dedos, en manos y pies, del ser humano.
Actualmente, este pueblo de habla y cultura caribe habita en unas treinta comunidades ubicadas a lo largo de los cursos de los ríos Caura, Erebato, Paragua, Ventuarí, Padamo y Cunucunuma, afluentes del Orinoco, en los estados Bolívar y Amazonas. Los ye’kuanas llaman a estos parajes Ijuduunña, su patria, el “lugar de las cabeceras, donde nacen los ríos».
Texto extraído de la Revista Bigott #43, editada por Fundación Bigott en el año 1997.