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Cultura popular

La manera en que cantamos: música tradicional venezolana

Con la llegada de los europeos a América, muchas manifestaciones musicales invadieron nuestro continente y se mezclaron con sus manifestaciones autóctonas, adquiriendo una nueva personalidad, en otras palabras, americanizándose, como es el caso del valse, la cuadrilla y el pasodoble, por mencionar sólo algunas. A partir de 1517, con la traída y venida de africanos a América, el folklore registra un tinte diferente: el tambor indígena se mezcla con el africano y le aporta un matiz diferente, más alegre, y unido a los ritos religiosos europeos forman una nueva expresión musical. Esto sucede con el xoropo, que de una canción de velorio traída por los españoles pasa a ser una forma bailable y recibe el nombre de joropo. Sin embargo, a pesar de la gran cantidad de manifestaciones musicales surgidas de la mezcla antedicha, siempre hubo la tendencia a crear otras totalmente nuevas.

Y ése es el caso del calypso. Calypso es el nombre por el que se conoce esa expresión musical que se formó en las Antillas Menores -constituidas por Antigua, Dominica, Martinica, Guadalupe, St. Kitts, St. Lucia, St. Vincent, Barbados, Grenada, Trinidad, Las Granadinas y otras. Estas islas, por su situación estratégica como puerta de tierra firme para piratas, bucaneros, armadas reales, etc., a partir del siglo XVI pasaron a manos de las diferentes potencias europeas, algunas veces por tratados o convenios, otras por invasiones de los súbditos de sus majestades reales.

Por eso, algunas veces eran españolas, otras portuguesas, otras holandesas y otras inglesas. Debido a esa cantidad de lenguas, tradiciones y costumbres que se fueron superponiendo; al auge de la agricultura por la fertilidad y productividad de la tierra; a la libertad que se comenzó a respirar en esas islas a partir de la Revolución Francesa y la abolición de la esclavitud en 1807, por parte de los ingleses, sopena de prisión a los infractores; y por otra parte, debido a la influencia de las iglesias de la Reforma, los libertos e hijos de libertos de las Antillas Menores pudieron dar rienda suelta a su creatividad.

En estas colonias abundaban las haciendas de caña de azúcar, especies, coco, y agricultura en general, sobre todo en las colonias inglesas y francesas, donde había descendientes del Imperio Mandingo (senegaleses, bambaras, quimbaras), de Sierra Leona, de la Costa de Marfil, del Imperio Ashanti, del Imperio Dohomey, del Imperio Huasa (Nigeria), del Imperio Yoruba (nagos, fons, ibos, sobos), de la Costa de Oro, de la Costa de Esclavos, de Guinea y del Imperio del Congo (lembas, bombas, kangas).

En las haciendas, durante la jornada de trabajo y también en el tiempo de ocio, los africanos tenían la costumbre de cantar. Esta era la forma que tenían para aliviar sus penas, para expresar sus nostalgias, sus alegrías, sus necesidades y sus inconformidades. El canto en las plantaciones era entonado por un solista llamado chantuelle (del patois shantw ell, buen cantar), quien después recibe el nombre de calysonian, y por un coro acompañado de instrumentos, principalmente tambores, en número de tres o cuatro. Había música para matrimonios, bautizos y otras funciones religiosas, ejecutadas principalmente por miembros del Imperio Congo, por lo que esta música recibía el nombre de congo. Había música para ritos del culto de origen yoruba, que incluía himnos, letanías e invocaciones interpretadas por el solista, el coro, tres o cuatro tambores, palos y maracas; esta música, más lenta, es conocida por el nombre de shangó. Otra, con la misma composición de la anterior, es la yarraba, destinada al deleite y los bailes y estaba también una expresión musical en forma de himnodias, tonadas de la iglesia protestante, donde se incluía una trompeta o concha de caracol.

 

Texto extraído de la Revista Bigott #39, editada por Fundación Bigott en el año 1996.