Una de las tradiciones asociadas a la Semana Santa, que tiene en nuestro país mayor arraigo y popularidad es la de quemar al Judas el Domingo de Resurrección. De indudable procedencia europea, se encuentra vinculada a antiquísimos ritos en los cuales se realizaba el sacrificio de personas y de animales, con la finalidad de expiar a través de ellos culpas colectivas y propiciar la benevolencia de fuerzas superiores.
Una buena parte de estas ceremonias, se relaciona con los cambios estacionales y de modo más especial con la entrada de la primavera. En el curso histórico, se producen modificaciones y adaptaciones de estos ceremoniales hasta emplear de manera simbólica recursos que en la creencia común vienen a tener un significado igualmente propiciador. Esta tradición se conoce en España desde hace largo tiempo y se ha extendido a América Latina, donde adquiere rasgos particulares, pero mantiene un patrón de referencia en cuanto a: la fabricación de la figura, la asignación de rasgos de personajes locales, exhibición y elaboración de un testamento que suele ser dado a conocer en forma pública. Estas etapas del ritual así como la propia quema, suponen cooperación y participación de muchas personas dentro de la comunidad donde se ejecuta.
En nuestro país, la quema de Judas debe ser tan antigua como la celebración misma de la Semana Santa, sin embargo, los testimonios más remotos pertenecen al 1800. El investigador Efraín Subero, en una pesquisa acerca del tema señala datos precisos sobre su práctica desde 1821.
El Judas es una figura humana que se fabrica con desechos de tela y relleno de paja, papeles y trapos, en su interior se disponen fuegos artificiales. Es vestido con trajes usados, en ocasiones a semejanza de alguna persona, que por sus acciones es considerada agresora de la comunidad y merecedora del escarnio. Por lo general se le coloca en el cuello una soga, con la cual es arrastrado antes de su dramática destrucción, que es precedida por la lectura del testamento.
Este documento es una prueba de ingenio y gracia donde el Judas expresa sus últimos deseos y asigna antes de su muerte supuestos y diversos bienes entre los miembros de la comunidad, sin embargo en ocasiones se le atribuye herencia a personalidades públicas en particular a los políticos o autoridades locales o nacionales.
El testamento de Judas es generalmente redactado por más de una persona, en prosa o en verso; suele comenzar con la identificación del secular traidor, o con un nombre que puede serle atribuido o que aluda a algún personaje creado por la fantasía. Resume su vida y faltas, y ante la inminencia de su muerte anuncia la distribución, etc. El carácter de este texto es sarcástico y su
lectura pública es siempre esperada con gran interés. Las pesadas bromas que a veces incluye, suelen ser motivo de recuerdo burlón entre los habitantes de la comunidad que han sido objeto de censura. Citaremos algunos textos del Testamento de Judas, extraídos del exhaustivo trabajo realizado sobre el tema por E. Subero, el primero de ellos corresponde a un Judas quemado en Antímano, D.F., en 1948.
“Yo me llamo Judas Torres
de Antímano soy nativo
como está cerca mi fin
en mi testamento escribo.
Para morirme tranquilo
y yo poder descansar
le dejo mis bienes
a la gente del lugar.
Nació Jesús de Belén
pero fue en tiempo de antaño
Demetrio que acude este año
Deben quemarlo también.
Texto extraído de la Revista Bigott # 13, editada por Fundación Bigott en el año 1988.