Cada ciudad o pueblo de Venezuela se estableció bajo la protección de un símbolo religioso católico, cuya devoción sería cultivada a través de una serie de rituales de arraigada práctica de España, pero que serían reinterpretados con los aportes culturales de la población indígena, africana y sus descendientes.
Desde el inicio quedó establecida la celebración de misas a las cuales se convocaban a todos los habitantes para favorecer su integración a los rituales católicos, se les permitió incorporar elementos de su música y danza en dichas ceremonias festivas. De forma progresiva y desigual en las diferentes regiones se fueron sumando rasgos propios de dichas culturas, contribuyendo así a dar fisonomía propia a estas manifestaciones rituales.
Una de las tradiciones religiosas más arraigadas en los venezolanos proveniente de la colonia, es la celebración en honor a La Virgen del Valle o también comúnmente llamada “Vallita”, patrona del oriente del país.
Su historia comienza cuando un 25 de diciembre de 1541, un huracán azota la ciudad de Nueva Cádiz de Cubagua. Durante esta eventualidad solo se logró salvar la imagen de la Inmaculada Concepción que luego, se enaltece en la iglesia de Nuestra Señora.
El 10 de enero de 1542, la imagen es llevada a la isla de Margarita por el fray Francisco de Villacorta, quien la dispuso en una ermita del Valle de Charaima, actualmente denominado Valle del Espíritu Santo. Desde ese momento y hasta nuestros días esa imagen fue llamada popularmente “Virgen del Valle”. El 15 de agosto de 1910, el papa Pio X le concedió la canónica coronación, pero el acto litúrgico se realizó el 8 de septiembre de 1911, fecha en la cual se realizan todos los años actos en su honor.
El acto comienza con la bajada de la Virgen, el repique de las campanas, los fuegos artificiales y la caravana que parte desde el Valle hasta Porlamar, anuncian que es primero de septiembre, día de la bajada. En la puerta de la basílica menor de Nuestra Señora del Valle, se realiza la misa vespertina, donde los feligreses esperan ansiosamente para apreciar y saludar la imagen en su salida, llevada por los cargadores.
El paseo de la Virgen es una manifestación folclórica musical que recorre las calles, se trata de una marcha alegre, acompañada por varios instrumentos. En estos paseos no hay un conductor o guía específico, para la ruta se guían por la tradición y las experiencias pasadas. El primer paseo se realiza en la antevíspera, el día 6 de septiembre, a las nueve de la noche y pasa por importantes puntos de la comunidad hasta llegar a su última estación en la ceiba del Toporo o plaza del Rosario. Tras un breve descanso músicos y asistentes regresan con su festín haciendo el mismo recorrido hasta llegar de nuevo a la basílica.
El 7 de septiembre, día previo a la conmemoración de la virgen, a las cuatro de la mañana se inicia el segundo paseo que sube de la iglesia al sector de las piedras, y el tercer paseo se realiza el mismo día, al mediodía, desde los alrededores de la plaza Mariño hasta el sector Toporo. El cuarto paseo comienza al mediodía del 8 de septiembre, frente al museo Diocesano. Estos paseos tienen sus réplicas en la víspera o antevíspera de las fiestas de la octavita. El día de la Salve, 7 de septiembre, como antesala de las fiestas de celebración, en horas de la noche se reza el Rosario y se canta la “Salve Regina” que concluye con la tradicional “quema de la palma”.
El día de la virgen, con las primeras luces del alba, los devotos asisten a la basílica para contemplar a la patrona con sus galas de estreno y escuchar a sus pies la primera misa a las cinco de la mañana. Todo está listo para el próximo oficio que sería la solemne misa estacional, la multitud se reúne en la basílica para esperar la salida de la procesión, que encabeza la venerada imagen de la Virgen, rodeada por el pontífice oficiante, sacerdotes, diáconos y seminaristas. Frente al santuario se dispone un altar decorado de flores, entre cantos, repiques de campana, aplausos y palomas, aparece la imagen de la purísima madre de Dios. En la tarde se efectúa la procesión y concluye con el rezo del rosario. Al entrar por el arco situado al inicio del puente cercano a la iglesia, otra multitud espera en la explanada frente a la tarima para rezar y despedirla, luego el escenario se dispone para dar inicio a los actos culturales.
Según el cronista de “El Valle del Espíritu Santo”, la tradición de peregrinar desde El Poblado hasta los pies de la Virgen fue instituida por un fraile Jesuita partidario del sincretismo religioso, quien se propuso que indígenas Guaiqueríes aceptaran a la Purísima. Es así como el 9 de septiembre se instaura como el “Dia del Guaiquerí”, la peregrinación parte a las 6 de la mañana desde la iglesia de dicha localidad hasta el santuario, donde se inicia la misa, ofrecida por intención de la comunidad de indígenas Francisco Fajardo. En la tarde tras concluir la misa en El Poblado, la Virgen sale en procesión hasta la capilla de la Santa Cruz, donde es recibida con repique de campanas, fuegos artificiales y honores especiales.
A los ocho días, El Valle se reanima con los actos litúrgicos y festivos de la víspera y el día quince de la octavita. La multitud ahora es menor y la programación presenta ligeras variantes, tales como la realización de la procesión con el santísimo sacramento en custodia.
El 11 de diciembre, día dedicado a la inmaculada concepción, culmina el ciclo de festividades en honor a la virgen del Valle. Tras la misa de las seis de la tarde, la sagrada imagen de Nuestra Señora es conducida a los altares de su camarín, en la parte central del altar mayor para ser despedida con pañuelos agitados y lágrimas de quienes ven alejarse a su celestial madre.