Pasto fértil para las imaginaciones calenturientas, el pasado se ha prestado siempre para
interpretaciones que van desde el estudio más sesudo hasta las especulaciones más descacharrantes. Este ensayo, divertido como pocos, revisa esa arqueología alentada más por la intuición y la fe que por el análisis científico. El resultado es, literalmente, fantástico.
Como en otras partes del mundo, el pasado venezolano ha estado sujeto a intensa especulación, y ha sido usado y manipulado en diferentes formas a través del tiempo. Es interesante conocer algo de las nociones y actitudes de las primeras personas que utilizaron restos arqueológicos para meditar sobre la historia del país, porque de ellas se derivan en parte nuestras propias concepciones y actitudes hacia los que nos precedieron en lo que ahora es Venezuela. Estos personajes y los problemas y símbolos que generaron fueron y son aún altamente visibles en nuestro paisaje social.
Los “temperamentos mágicos» fue la feliz frase que usó Mariano Picón Salas para describir a un grupo muy especial de hombres, «quienes no se satisfacen con lo claro e inmediato sino quieren profundizar, también, en las más recónditas comarcas del alma individual o de la cultura”. A este grupo pertenecen personajes muy dispares: VVilliam Pidgeon, Arístides Rojas, Bartolomé Távera Acosta, Samuel Darío Maldonado, Rafael Requena, Gilberto Antolínez y José M. Cruxent, entre otros. Es obvio que no forman escuela; muy al contrario, su procedencia, formación e intereses son muy diversos.
La llamada arqueología fantástica reúne una serie de opiniones y formas de analizar el pasado que no resisten un examen detallado. Es la arqueología que hace uso extenso de la imaginación, la intuición y la fe. No todas las personas que nombramos aquí son arqueólogos fantásticos. Tampoco el término resume todo lo que es misterioso o maravilloso acerca del pasado. Sin embargo el término es útil, primero porque es menos peyorativo que otras denominaciones como pseudoarqueología o arqueología de culto; y segundo, porque debemos recordar que cierta dosis de fantasía e imaginación es necesaria en el proceso de creación de conocimientos científicos (Williams, 1991: 7-12). Finalmente, el trabajo de algunas de estas personas pudo atraer la atención de estudiosos más profesionales, sirviendo como base para las investigaciones modernas.
En Venezuela la arqueología fantástica fue extremadamente popular hasta la primera mitad del siglo XX. Aunque existieron distintas especulaciones, la idea más difundida fue la de un origen alóctono para las antiguas culturas venezolanas. Dicha idea puede ser encontrada ya en las obras de los misioneros coloniales, quienes trataron de discernir la procedencia de los indígenas americanos usando para ello los relatos bíblicos. Por ejemplo, el padre Joseph Gumilla, autor del Orinoco Ilustrado, consideró a los indígenas orinoquenses como posibles descendientes de Cam, uno de los hijos de Noé, o como parte de las diez tribus perdidas de Israel (Gumilla, 1944, vol. 1:114). Otras alternativas, como la de la Atlántida de Platón, fueron expresamente negadas por autoridades como el padre Joseph de Acosta (Acosta, 1940: 58-60), y no aparecerán con fuerza sino hasta más tarde.
Texto extraído de la Revista Bigott #59, editada por Fundación Bigott en el año 2001