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Patrimonio cultural

Manjares de conuco

By 28/07/2023agosto 3rd, 2023No Comments

Cuando a fines de agosto de 1740 llegó a Barquisimeto don Miguel de Santiesteban, corregidor del Alto Perú, quien había emprendido un fatigoso viaje por tierra desde Lima, fue recibido con entusiasmo por Felipe de Alvarado, vecino de Nueva Segovia, quien le brindó generosa hospitalidad convidándolo a él y otros a la hacienda de caña que tenía en la fértil vega del río Turbio. El viajero, gratamente sorprendido, anotó en su diario que el almuerzo había sido «ostentoso y regalado». Es lamentable que no especificara más Santiesteban, pero podríamos suponer que el plato principal de aquel convite fue el mute, esa versión mondonguera de la olla peninsular que ya mencionamos. No en balde casi en el mismo período, en 1735, José Lorenzo Ferrer, también vecino de Barquisimeto, en la relación que envió al gobierno español, al referirse a los abundantes productos de conucos y huertas de la ciudad y sus alrededores, dice que se dan»para el regalo del puchero».

Pero los productos de las sementeras de aquel entonces no sólo iban al sancocho sino que también entraban en potajes tradicionales en los que se cruzaban con vegetales silvestres. Tal guiso, confeccionado con caraotas mezcladas con las hojas de cierto amaranto que los indígenas llamaban pira, vino a dar nombre a la preparación y a transmitirle cierto agrillo que le es característico. Este plato se preparó asimismo con base de auyama, chayota y berenjena, y vino quizá a sustituir en el paladar de los conquistadores a la famosa boronía, que según los andaluces era manjar cortesano pues su invención se atribuye a una sultana del tiempo de los abásidos llamada Buran, nuera del célebre Harun-al-Raschid. Fue por cierto esta vianda, según se cuenta, una de las favoritas del Libertador.

conucos

Golosinas de vieja data

Gran renombre han tenido siempre las haciendas de caña de lo que hoy es el estado Lara. Sus trapiches, que se instalaron a fines del siglo XVI, no han cesado desde entonces la molienda sino más bien la han ido aumentando con la incorporación de nuevas tecnologías, que los convirtieron en ingenios, y con la expansión del mercado azucarero. De esos establecimientos salieron los primeros papelones, con su producto se elaboraron los primeros guarapos y los primeros dulces como el alfeñique, que fue tan popular en Carora, si atendemos a las costumbres caroreñas de Ramón Herrera Zubillaga. Esta golosina tiene también antigua raigambre, pues el término se deriva del sánscrito phanita que, empleado como adjetivo desakkara (azúcar), designa la azucarada y blanda preparación, deleite de los primeros vecinos de nuestra recién fundada ciudad.

Cuando se piensa en el cacao venezolano vienen a la memoria las fértiles plantaciones de Barlovento y de los valles costeros del Litoral Central; sin embargo, la antigua provincia de Barquisimeto era famosa por su cacao superior, como lo atestiguaba en 1764 Don Joseph de Cisneros en su Descripción exacta de la provincia de Venezuela y lo corroborara unos cien años más tarde el naturalista Karl Appun. Este cacao se exportaba bajo la denominación de Caracas.

Hoy existe en jurisdicción de Barquisimeto la planta de procesamiento de cacao más moderna de Venezuela, donde si bien se acopian cosechas de varias regiones del país, como la de Carenero, se emplea en algunos de sus productos el cacao de regiones aledañas.

 

Texto extraído de la Revista Bigott # 46, editada por Fundación Bigott en el año 1998