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¿Recuerdan la exclamación radial de Pancho Pepe Cróquer, en la década de los 50, cuando el bateador abanicaba el tercer “estrai” (strike)? Pancho Pepe, entonces, gritaba, alargando las palabras: “Pooooonche Crema de Eliodoro González P.” Eran tiempos muy cándidos aquéllos, en que las fiestas juveniles eran regadas con guarapita o ponche crema, que le decíamos también “leche’e burra”, y los discos de Emilita Dago y de Rafa Galindo se iban amontonando en el picó (pick-up) hasta que se desfiguraba la voz del cantante. Entonces, uno se peinaba con brillantina, se hacía un bolondrón, y se echaba talco en la suela de los zapatos para comenzar a mover el esqueleto, así decíamos, y era de rigor echarse un palito, antes de sacar a bailar a las muchachas, para espantar las tempranas timideces.

En 1891 encontramos a Eliodoro González P. al frente del “Café del Comercio”, y en sociedad con Alberto Prevost, comandita que disolvieron en enero de 1892, quedándose el primero a cargo del negocio. En ese tiempo don Eliodoro se ganó un premio en la Lotería Extraordinaria de Madrid, y aprovechó la plata para introducir algunas mejoras en el establecimiento, que ahora se llamaba “Botiquín del Comercio”: inició el servicio de señoritas como mesoneras y trajo un “famoso cocinero francés”, así como al pianista Díaz Peña para amenizar el botiquín durante la mañana, la tarde y la noche. Ya entonces preparaba, en secreto, su ponche crema, que, por otra parte, cada botiquín que se respetara preparaba por su cuenta. Por ejemplo, el restaurant “La Francia” tenía como especialidad en 1900 el ponche crema, que contenía un 10 por ciento de cognac. Ese restaurant funcionaba en los altos del Botiquín “La Francia”, que era, según rezaba la propaganda de 1905, “el mejor montado de la capital y el más eficazmente atendido”, y era allí donde seguramente se elaboraba el ponche que se tomaba en sus alturas. Pero don Eliodoro tenía su fórmula de preparación que a muchos encantaba.

En 1901 viajó a Europa y se llevó algunas botellas de ponche de muestra, que presentó en algunas ferias, obteniendo premios en Italia, Francia e Inglaterra. Y luego obtuvo medalla de oro en la Feria de San Luis, Estados Unidos, en 1904 (Leo dibujó el afiche); ese mismo año patentó su bebida, que nunca llegó a industrializar, y su producción siguió siendo un asunto familiar, elaborando pequeñas cantidades para agasajar a sus amigos y vender unas botellas entre los más allegados.

No obstante, siguió obteniendo premios: en 1908 obtuvo el diploma Grand Prix en el Cristal Palace de Londres, en 1909 el Grand Prix en el Institute International d’Alimentation & d’Higiene de París. Siempre imitado o combatido, de vez en cuando mandaba a hacer análisis de su bebida, reputada como reconstituyente más que alcohólica. A principios de siglo, el médico y químico G. Delgado Palacios certificó sus propiedades “nutritivas e higiénicas”, ya que su ponche contenía leche, azúcar, huevos y un 10 por ciento de alcohol de cognac. Una propaganda de 1917 decía que el 86 por ciento del Ponche Crema de Eliodoro González P. está compuesto de leche, huevos y azúcar, “por lo que ningún producto puede igualarle como alimento”. Luego le surgió un rival, el “ponche inglés”, producido por Delgado Palacios, que, en vez de cognac, llevaba brandy (el español) y fécula. En 1923 don Eliodoro dejó este mundo, legando su fórmula secreta a su mujer y a sus hijos. En 1945 una de sus nueras, viuda de su hijo Carlos, se asoció con las empresas Boulton para formar la “C. A. Sucesora de Eliodoro González P. Sucesores”, que vendió en 1992 unas 190.000 cajas de Ponche Crema, ubicándose entre los cinco productos alcohólicos más vendidos en Venezuela, incluyendo la cerveza. Lo singular de su comercialización es que el 80 por ciento de la venta se produce en el último trimestre de cada año, convirtiéndolo en un producto propio de las festividades decembrinas.

 

Texto extraído del libro El Pan Nuestro de Cada Día, editado por Fundación Bigott en el año 1995.