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Patrimonio cultural

Por Tierras Guajiras

Sobre la tierra wayúu, que es la tierra guajira, el espíritu de Pulowi domina seres y distancias. Pulowi se te aparece delante de los ojos o se te hace aire; puede brillar desde el sol o vigilarte desde la luna; puede ser voz que te llame desde adentro de una piedra, agua que ahogue las palabras en tu cabeza, mujer hermosa que te seduce y te acompaña o que clava el puñal de las soledades en tu corazón; puede darte la dulzura o el odio, puede hacerte calmo o darte la gran violencia que lleva a la herida o al disparo.

Pulowi se hace hombre con cabeza de animal o animal con cabeza de humano. Pulowi te señala la ruta para que llegues o te borra los pasos para que no tengas regreso. Pulowi es la sangre que te mueve, la tierra que tú pisas, el polvo que serás. La tierra guajira es madre inmensa y poderosa, regidora de destinos y paridora de hijos que nutre, forma y al final devora volviéndolos a su vientre de eternidad.

La tierra wayúu es generosa en distancias y en vientos, pero negadora de frutos. En la tierra wayúu el hombre rebaña unos pocos animales mientras la mujer trenza los colores de un tejido. Como la soledad hace nacer la poesía, los wayúu construyen su territorio mágico haciendo crecer consejas que aplacan el dolor con la alegría, ahí donde los huesos de los muertos flanquean el camino hacia una mejor y más serena vida. Aquí todo se transforma para fabular la historia; el pájaro, el viento, el árbol, la arena caminante o el agua encantada; las estrellas, la luna, el sonar de los presagios.

Escarbando la tierra tan amada y tan temida, guiados por un impulso ancestral los wayúu amasan una mitología de ídolos para la comunicación y la conciencia. Del agua con la tierra nacerá una pelota de barro insuflada por Pulowi, que al amasarla con las manos y los pensamientos cobrará vida y voz, y será personaje en el teatro de la fantasía. Y en la hora del sopor que deja el paso del mediodía o en la noche embrisada que antecede al sueño, las muñecas wayunqueras jugarán comedias con las palabras que cada quien les dicte; diálogo primitivo de la comunicación para el reclamo, la risa, la familiaridad. Luego, en la soledad de su hacedor, la muñeca wayunquera será alma y conciencia, será Pulowi que con gesto y voz de barro abrirá el camino de las bienaventuranzas.

El barro que acompañó siempre el vivir de los pueblos, encontró en los hacedores al margen a sus cronistas de sueños, historias, costumbres y religiosidades; encontró a los imagineros de la osadía, que con la forma y el color espontáneos enmagian el rito sagrado del arte. Los pueblos de nuestro territorio han crecido junto al barro, desde cuando para crear sus dioses y utensilios el hombre indígena amasó con agua la tierra y con el fuego le otorgó la persistencia.

Nació así un arte natural, reflejo y cuenta de una historia, que todavía en algunas regiones conserva su quehacer primitivo. De los dedos del hacedor van naciendo pedacitos de vida en el barro, donde el artista popular proclama su derecho a crear personajes, héroes y santos, y a insuflarles poderes que permitan la invocación, el consuelo y la fe en el milagro. Aquí la libertad, coloreada de fiesta, da paso a la alegría y la protesta, convocando con decoro al humor y la inocencia.

Texto extraído del libro El Barro Figureado, editado por Fundación Bigott en el año 1990.