En Venezuela existen evidencias suficientes que permiten afirmar que antes de la llegada de los europeos eran conocidas diversas técnicas de tejeduría. En las cinco regiones en que ha sido dividido nuestro país para los estudios arqueológicos -islas, costas, montañas, llanos y región del Orinoco– se han hallado testimonios de elaboración y uso de tejidos en épocas prehispánicas.
Por ejemplo, en la zona de las montañas y específicamente en los estados Táchira, Yaracuy, Carabobo y Miranda, se han localizado vasijas con impresión de tejidos en su decoración, discos perforados con apariencia de pesas de huso, así como leznas de hueso y concha. En la región de los llanos -estado Barinas- se han encontrado pesas de huso y “pintaderas» para el estampado de tejidos.
En la región del Orinoco, los hallazgos también incluyen leznas de hueso. En la costa, se han encontrado restos cerámicos con impresiones de cuerdas, pesas de huso hechas de arcilla, pesas de piedras probablemente para redes y leznas de hueso. Se presume que el tipo de telares utilizados antes del descubrimiento era similar al empleado aún en diversas regiones de nuestro país en comunidades indígenas y en poblaciones urbanas y rurales.
A su llegada al actual territorio venezolano, los conquistadores se asombraron al hallar que la gran mayoría de los grupos indígenas con quienes hicieron contacto llevaban como indumentaria, cuerdas o fajas tejidas con las que cubrían o sujetaban los genitales, aunque en sus comunidades elaboraban finos tejidos con los que podían confeccionarse otro tipo de vestimenta.
En 1647, en su obra Descubrimiento del Río Apure, Fray Jacinto de Carvajal reseña los diversos tipos de objetos encontrados en una ranchería abandonada entre los cuales destacan los materiales hilados y objetos tejidos. He aquí el relato de su experiencia: “Hallamos la ranchería sin gente por el retiro que avía hecho toda ella: halláronse muchos emboques, que son unas ollas muy grandes y de bocas anchas, llenos de pescado cozido, mucha quantidad de maíz cariaco, muchos ovillos de primorosso hilo de algodón, ynmensas madejuelas de cabuya delgada y torcida, muy parecida a la guita de España e hilo de a carreto, muchilas tejidas, paños de Heneo tejidos con primores, arcos muy prímorossos con muchos macos de flechas, cataures y manaures muy labrados, maures que son a fuer de faxas mujeriles muy curiosas por extremo, chonchonos de que usan en sus peschas… ”.
Fray Antonio de Caulín, por su parte, hace referencia a las técnicas de hilado y tejido practicadas por los integrantes de comunidades de diferentes regiones del país y a la organización del trabajo para estas labores:
“El común exercicio de los indios varoneses texer canastos o camayas en que conducen las mujeres los frutos de la labranza, manares en madera, cazar, pescar, rozar y preparar la tierra, sembrarla y ayudar á coger la sementera. El de las mujeres es hilar, texer hamacas y chinchorros, en que duermen y las faxas, con que unos y otros cubren su honestidad…”.
Las materias primas con que se hacían los diferentes tejidos eran vegetales. No se registra ninguna evidencia del uso de fibras de origen animal hasta la llegada de los conquistadores, quienes introdujeron el uso y procesamiento de pelos del ganado lanar y caballar, así como el telar de pedales que tenía larga tradición en Europa.
En numerosas comunidades de nuestro país continúan utilizándose objetos tejidos de manufactura artesanal. En un alto porcentaje, las materias primas tradicionales han sido sustituidas por otras de procedencia industrial o utilizadas simultáneamente; no obstante, mantiene su vigencia el empleo de fibras que se cultivan posiblemente desde hace siglos.
En los grupos indígenas establecidos en el país perdura la realización de variedad de tejidos, especialmente los de cestería, de gran calidad, hechos con técnicas y complejos diseños, que han sido transmitidos oralmente de una a otra generación.
Texto extraído de la revista Bigott #20, editada por Fundación Bigott en el año 1991.