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Tradiciones venezolanas

Virgen de La Candelaria

Hacia finales del siglo XIV, en una playa de la ahora Tenerife, dos pastores guanches tuvieron la visión de una mujer con un niño en brazos, la cual generaba situaciones de orden sobrenatural que llamó la atención de los pobladores y comunidades aledañas.

Rápidamente, el rumor de la aparición majestuosa de la imagen de la madre del «Sostenedor del mundo» recorrió la isla y, con él, la curiosidad de la gente por conocer y venerar a este portento que ya comenzaba, a través de sus milagros, a beneficiar a los lugareños.

Cuenta una leyenda que el primer lugar habilitado por los isleños para su veneración fue una cueva cercana al sitio de su aparición, la cual llamaron San Blas, donde un consejo de ancianos asumió la organización del culto y sus festividades. Los resultados no se hicieron esperar: multiplicación del ganado y abundancia de las grandes cosechas, lo que motivó el traslado de la imagen a la iglesia de San Salvador, lejos de su originario lugar debido a la trascendencia del culto, el cual aumentó en importancia y feligresía. Recurrentemente y de manera misteriosa, la imagen desaparecía de la iglesia y regresaba a la cueva, hecho que fue considerado como otro milagro.

Otra versión nos habla de cómo un grupo de marineros escaparon de las aguas embravecidas del mar insular con su invocación a la Virgen cerca de la región de Colmenar, la cual vincula a «la Candelaria» con la recreación y españolización hecha por la tradición oral de los habitantes de esas regiones de Chandeleur; supuesta forma en que los normandos nombraban las islas.

Siendo el archipiélago canario un lugar estratégico desde la perspectiva militar, durante su historia fue asediado por conquistadores y piratas que atacaban sus costas en búsqueda de buen botín. Otra leyenda nos dice que la mismísima Señora, con sus brazos en alto, salió a resguardar a sus paisanos que, despavoridos por los ataques enemigos, se hicieron a la mar en busca de protección.

Su misticismo se difundió y, a través de la fe popular, se expandió por diversas poblaciones, derramando su manto de piedad hasta llegar a tierras continentales. Portando un cirio encendido como señal de cumplimento de las leyes de Moisés, su culto se transformó en tradición con el correr del tiempo. Las hogueras de la Candelaria y la fiesta de las candelas enuncian el poder que adquirió su culto y la importancia del mismo en la península Ibérica.

En la ciudad de Santiago de León de Caracas en el año 1696, un nutrido grupo de vecinos oriundos de las islas, muchos de ellos guanches y gomeros, solicitaron a don Diego de Baños y Sotomayor, el obispo de Caracas para ese entonces, considerar y permitir «la construcción de una capilla donde rendirle tributo a la Santísima Virgen de la Candelaria, nuestra patronal.

Cuentan que aquella capilla es ahora la iglesia de La Candelaria en el homónimo barrio, distinguidísimo lugar de encuentro culinario de los caraqueños y visitantes para degustar la tradición gastronómica de origen ibérico. Desde las costas y sin fecha conocida de llegada, los fuegos de la Candelaria acudieron a alumbrar las altas montañas andinas y sus valles. Pero lo que sí conocemos es que en la antigua hacienda La Concepción, un fundo de café y matas de cambures sombreados por ceibas, una pareja de trabajadores (según nos relata Porfidio Urbina) hizo un maravilloso hallazgo en un sitio llamado Zumba: haciendo el aseo cotidiano, la buena mujer tropezó con una tablilla, la cual recogió, y regresó a su lugar. La sorpresa de la señora fue mayor cuando en segunda y tercera oportunidad, al paso de la barrida, la tablilla hacía su aparición en medio del patio. Junto a su marido, la revisaron y observando la particular forma que presentaba, acudieron al párroco…

Texto extraído del manual de Vasallos de La Candelaria, editado pro Fundación Bigott en el año 2011.