La destrucción de nuestra herencia cultural, que abarca desde los monumentos históricos hasta las tradiciones vivas, es un proceso complejo y arraigado en la historia del país. En el pasado, dos visiones principales guiaron las políticas culturales, pero ninguna logró proteger y valorar la cultura de forma integral.
Históricamente, el tratamiento del patrimonio en Venezuela ha estado marcado por dos enfoques predominantes: el desarrollista y el economicista. El primero, de corte neopositivista, tendió a ver las tradiciones como un obstáculo para la modernidad, desvalorizándolas al asociarlas con el atraso. El segundo, influenciado por el marxismo, redujo la cultura a un reflejo de la lucha de clases, simplificando su rica complejidad. Ambos enfoques, que hoy consideramos desactualizados, impidieron una gestión del patrimonio que estuviera a la par con la evolución de la sociedad.
El debate cultural: Un camino incompleto
Un patrimonio desconectado de la sociedad
Estas visiones llevaron a un mecenazgo patrimonialista por parte del Estado, centrado en preservar y promover una cultura “ilustrada” y monumental. La inversión se enfocaba en la conservación de estructuras y la difusión de eventos, mientras que las manifestaciones culturales más vivas, como las tradiciones festivas, las técnicas artesanales o la historia local, fueron marginadas. Esto creó una brecha significativa entre lo que se consideraba patrimonio y las prácticas culturales cotidianas de la gente.
Reinventando el futuro de nuestra memoria
La verdadera clave para una valoración efectiva del patrimonio reside en ir más allá de la visión tradicional. Es crucial diversificar el concepto de patrimonio, abarcando no solo monumentos, sino también la geografía histórica, las costumbres y los oficios. Del mismo modo, la gestión de este legado debe democratizarse, permitiendo que la sociedad en su conjunto participe en las decisiones sobre su propia memoria. Al hacerlo se garantiza que el patrimonio se convierta en una experiencia viva y relevante, y no en un simple conjunto de objetos olvidados.
Extracto y síntesis de un artículo de la Revista Bigott #29, editado por Fundación Bigott en el año 1994.