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Cultura popular

Solsticio de verano, la estación de amor

Las fiestas correspondientes al solsticio de verano abarcan en el hemisferio norte tanto la primavera en toda su extensión como el inicio de la estación veraniega. Un período caracterizado por la exuberancia de la naturaleza que desde la antigüedad fue tiempo para la celebración de actos propiciadores de la fertilidad.

El ilustre investigador español Julio Car Baroja llamó a este lapso «la estación de amor», por la presencia preponderante de actos rituales dedicados a congraciar la influencia del sol y de los cursos de agua sobre todo los seres vivos; la exaltación de la productividad en las tierras de cultivo con cantos, danzas y otros actos para los cuales se realizan simbólicas ofrendas vegetales. Es la temporada por excelencia para hacer suertes de adivinación, conjuros amorosos y de una particular expresión de erotismo en los bailes.

Fiestas Solsticio de veranoLas fiestas europeas de mayo y junio encontraron en nuestro territorio momento coincidente con la temporada de inicio de las lluvias, y aunque su práctica comenzó en las principales ciudades, en la actualidad de su permanencia y mayor arraigo está en las zonas rurales, donde mantienen su carácter alegre y congregan numerosa asistencia.

Algunas de estas celebraciones son testimonio de vigorosas influencias africanas e indígenas, especialmente en la música y la danza. Otras permanecen como imagen de costumbres caídas en desuso en el continente europeo, necesariamente modificadas por el tiempo y los múltiples contactos culturales.

En todas se evidencia la ornamentación generosa con ofrendas vegetales enmarcando altares y andas, rodean los símbolos de la devoción popular. Cada motivo religioso y festivo posee múltiples versiones en distintos lugares y ocasiones, reveladores de elementos históricos de diverso orden en los diferentes aspectos rituales: musicales, danzantes, indumentaria, teatro, dominio tecnológico, economía, en fin, muestra facetas de ese tiempo de celebración que posee carácter sagrado y referencial para quienes en él participan.

Es el ciclo de la ofrenda de la Cruz, de las enramadas para San Isidro, la diablada de Corpus, de los bailes de Negros de San Antonio. De la alegría en la fiesta de San Juan Bautista y la Parranda de San Pedro, de nuevas flores y cantos por la fertilidad.

 

Fuente: Fiestas tradicionales de Venezuela. Fundación Bigott